Ezequiel Chavarría regresó para correr en Tucumán. Para él, los 21K de LA GACETA no fueron una carrera más: fue un reencuentro con su gente, con su tierra y con las sensaciones que el cuerpo guarda después de cada desafío. Apenas unas semanas atrás había participado en la Maratón de Buenos Aires, una cita de elite que le permitió medir su preparación y confirmar que está en uno de los mejores momentos de su carrera. “Volver a correr en Tucumán es importante porque puedo ver a la gente que quiero y me apoya un montón”, contó.

La decisión de participar, sin embargo, no fue sencilla. Chavarría tenía en agenda una competencia internacional en Paraguay para la semana siguiente, y en principio no planeaba exigirse. Pero el corazón pudo más que la planificación. “Lo hablé ayer con mi entrenador para ver si me probaba. Incluso todo el mundo pensaba que iba a correr los 10 kilómetros, pero tiene que ver con Tucumán, es una ciudad que me gusta”, explicó.

Y esa conexión con la tierra también se traduce en rivalidades deportivas que alimentan la motivación. “Me gusta correr contra los santiagueños. Vino Pablo (Toledo) y siempre es importante ganarles. Son un clásico del norte y, por suerte, me tocó ganar”, expresó entre risas. Más allá de los resultados, Chavarría subrayó que cada competencia deja un aprendizaje. “Los puestos son circunstanciales, pero cuando se gana hay que sentirse orgulloso”, reflexiona.

El esfuerzo físico

Con el paso de los años, el atleta fue incorporando conocimientos y rutinas que hoy son parte esencial de su rendimiento. La nutrición y la gestión del esfuerzo se volvieron pilares de su entrenamiento. “Vengo gestionando mejor los geles. En Tucumán es muy alta la temperatura y uno tiene que tener conciencia. La semana anterior hay que cuidarse bien y consumir las sales. Y con el caso de los geles, tenés que saber cuándo vas a tomarlos en la carrera”, explicó.

Ese nivel de precisión no surge de la nada. Detrás hay un trabajo conjunto con su nutricionista y su entrenador, quienes lo ayudan a perfeccionar cada detalle. “Voy mejorando mucho con ellos, que me dan charlas sobre el tema. Este año fue divino, salvo que hubo un problema de orientación en la carrera”, contó.

Un desvío inesperado

El evento, aunque exitoso en convocatoria y ambiente, tuvo un inconveniente que afectó a varios corredores de la categoría 21K: muchos de los participantes no completaron el circuito previsto. Felizmente, la categoría de 10K no tuvo inconvenientes y todos completaron el recorrido según lo establecido.

“No lo hice completo porque pasé por otro lado que no era. Hubo lugares que estuvieron muy rápidos y hay que estar atento para el año que viene, para dejar mejor delimitado el circuito”, explicó. Por este motivo, la organización resolvió mantener los tiempos y puestos en los que llegaron los runner. El ganador lo hizo en 57 minutos, una marca que de todos modos le habría permitido imponerse con holgura sobre sus rivales.

“Venía solo en la punta respecto a mis competidores. No me gusta esto de cortar, pero fue un problema de la carrera”, aclaró con honestidad.

El valor de volver a casa

Más allá del reloj, del recorrido o de la clasificación, Chavarría se quedó con una satisfacción que pesa más que cualquier medalla: la de correr frente a su gente. “Estoy muy feliz porque muchas veces mi familia no puede estar. En esta ocasión solamente estuvieron mis sobrinos, y ellos son los que me están apoyando. La mayoría de mis hermanos están trabajando en una parrilla que tenemos en Yerba Buena”, contó con orgullo.

Esa imagen resume lo que significa el atletismo para él: una mezcla de esfuerzo, disciplina y raíces. Tucumán lo vio crecer, partir y volver más fuerte. Cada carrera es una excusa para agradecer, aprender y compartir. Porque en el fondo, más allá de los kilómetros y los cronómetros, lo que mueve a Ezequiel Chavarría sigue siendo lo mismo de siempre: el amor por correr en casa.